lunes, 15 de octubre de 2012

Efraim Blanco


Nacido en Nueva Rosita, Coahuila, criado en Morelos. Es egresado del Diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores “Ricardo Garibay” del Estado de Morelos (ICM/SOGEM). Estudió Letras Hispánicas en el CIDHEM.
Ha publicado el libro de poemas  Imaginando sueños (Editorial ACD, 2000), y los libros de minificciones  Estos pequeños monstruos, Absurdos y Había una vez un blog. Ha publicado textos en periódicos estatales y nacionales, páginas de internet y revistas como Voz en Tinta, Atemporia, El Perro Andaluz, México Volitivo, ConVersa y La Piedra.
Primer lugar de Poesía en los Juegos Florales Cuernavaca 2010 Bicentenario con el poema “Los que amasan la tierra”.
Ganador del primer concurso de minificción por twitter de revista La Piedra.
Es el ganador del XI Concurso Nacional de Cuento “Juan José Arreola” con el libro Dios en un Volkswagen amarillo.
Tiene una columna literaria semanal titulada “En el ápice” en el diario el Regional de Morelos.
Incluido en la compilación internacional de poesía erótica Garage 69, publicada por la editorial Cascada de Palabras de México, D.F.
Incluido en la selección de 100 minificciones finalistas del concurso latinoamericano de Hipérbola.org (twitteratura: concurso de nuevas narrativas).
Se incluyen algunos de sus cuentos en la compilación best-seller de editorial Gandhi: El último libro del mundo.

La fe

El autor decide prenderle fuego a toda su obra por ser poca realista y se suicida. En el bosque encantado, un leñador huye de las llamas rezando al cielo por su salvación.


Del amor y otros fetiches

Se dedicó al encantamiento de letras y números ―casi siempre por encargo― durante toda su vida. Un romance furtivo con un guión largo tuvo una sorpresa inesperada.

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Un hombre lee toda su vida de cabeza. Una mañana, harto de empezar siempre por el final de cada libro, decide leer de pie y llora con esos principios tan vacíos y desoladores, donde nadie muere.

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Existe un mundo donde cada ser y cada cosa nacen con su nombre escrito en la espalda. Sólo puede ser leído por otros. Algunos mueren sin saber nunca quienes son. En ese mundo nadie sabe hablar.

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Los libros más viejos se reúnen cada noche y toman entre sus manos a pequeños humanos empolvados. Soplan sobre ellos y luego los comienzan a leer antes de irse a dormir.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Fetichista no del amor, sino del disparate. Saludos.