sábado, 18 de agosto de 2012

Queta Navagómez


Nací en Bellavista, Nayarit, México. Soy licenciada en Educación Física, además, fui atleta de alto rendimiento y tuve la oportunidad de representar a México en competencias internacionales, tuve por algún tiempo los records nacional y mexicano en carreras de 800 y1500 metros.

Desde 1990 empecé a escribir cuentos, luego asistí a talleres literarios donde tuve la suerte de tener como maestros a Guillermo Samperio y Edmundo Valadés. En poesía empecé a formarme con Enriqueta Ochoa, Jorge de la Luz y Antonio del Toro. Continué en talleres literarios porque considero imprescindible la relación escritor-lector. Graciela Serna, Ricardo Bernal y Alberto Chimal fueron mis nuevos maestros y de ellos aprendí la disciplina para escribir. En poesía me integré al taller del maestro Óscar Wong.

En 1995, obtuve el primer lugar del II Certamen Literario de la Revista Marie Claire, que significó un viaje a París del que regresé motivada para seguir escribiendo. También gané el Premio Nacional de Cuento “Álica de Nayarit” 1995 y después el Premio Nacional Bienal de Poesía “Alí Chumacero” 2003-2004, además de otros premios literarios.

En 2005 concluí el Diplomado en Creación Literaria, en la Escuela de Escritores, de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) donde excelentes maestros se encargaron de abrir mis horizontes creativos.

El cuento es un género que me apasiona, ya que me permite crear momentos significativos para mis personajes y es en el que mejor me desenvuelvo. Leo mucha poesía, exploro nuevas formas de expresión y sé que algún día voy a consolidarme como poeta. Me mueve mucho la gente y sus situaciones aunque también exploro en lo fantástico.

Duré cerca de diez años leyendo y recabando información sobre huicholes, luego conviví un poco con ellos y de esa experiencia surgieron un libro de cuentos, una novela y un poemario en que trato sobre la magia de sus ritos y mitos que han sobrevivido casi puros hasta nuestros días[1].

He publicado libros de cuento, poesía, novela histórica. Entre mis trabajos de minificción destacan: ganar el concurso de Cuento Brevísimo de El Cuento Revista de imaginación del No. 110-111 y  No. 114-115; ser parte de la Antología de Cien cuentos brevísimos de Latinoamérica, y publicar los libros Aquí no ha terminado, cuentos brevísimos, Editorial La tinta de Alcatraz, Toluca, Estado de México 1993 y Hadas ebrias, cuentos mínimos, Editorial UNAM, FES Zaragoza, México 2006.


Del trópico

Era un sapo de tonalidades castañas, blando cuerpo y sangre fresca, acostumbrado a las alfombras de helecho y musgo. Incansable buscador de sombra, al que le daba lo mismo dormitar entre la humedad de las cortezas o enterrado en el lodo del pantano. Amante de las zambullidas en arroyos y charcos. Barro saltarín que jugaba a quedarse quieto entre las cañas, cuando el aire de la tarde hacía silbar los carrizales. Anfibio satisfecho de croar mientras las estrellas se desleían sobre el espejo del remanso. Batracio despreocupado y feliz… hasta que una bruja lo convirtió en príncipe.


Mala suerte

Resuelto a poner en marcha su plan, el gato dijo parando las orejas:
      —Amo, procúrate un par de botas, un saco y un sombrero con plumas. Haré a tu nombre regalos al rey. Luego, veré que el ogro se convierta en ratón y me lo comeré para que su palacio sea tuyo. Te haré pasar por el Marqués de Carabás y de esa forma te casarás con la princesa. ¡Alégrate, vamos a ser ricos!
     El hijo del molinero, acostumbrado a las malas rachas, apenas pudo sorprenderse de que su mascota hablara.
      —Dame pronto lo que te pido —insistió el gato.
      Pero el hijo del molinero en lugar de botas usaba huaraches, y el gato consideró ridículo pasar a la historia como El gato con huaraches y se quedó junto a su amo, lamentándose de tan mala suerte.


Cuestión de tonos

El lobo —conocedor de atajos— alcanzó a Caperucita Blanca a la mitad del bosque. Cargó solícito la canasta mientras la acompañaba por esas soledades. Pero, afanado en limar la desconfianza, inició unos relatos que fueron subiendo de tono, hasta que a la pobre Caperucita Blanca no le quedó otra alternativa que ponerse roja, roja… roja.


Compañero de cuarto

Venía todas las noches a las once, entraba fatigado y transparente seguido de gemidos y cadenas, para colocarse en una esquina de mi cuarto mientras miraba fijo hacia mi cama. Su insistencia me conmovió: venciendo mi temor, me acerqué, lo tomé del brazo y con gesto diligente lo acosté en mi cama, cobijándolo.
      Durante el mes que durmió a sus anchas mejoró muchísimo, mientras yo, resignada, pasaba fríos en el sofá.
      Desde que le hablé del pago compartido en la renta del departamento, no lo he vuelto a ver.


Crónica del 2080

Dio cuerda a diminutos murciélagos que revolotearon en la reducida cocina de su departamento en condominio, y los contempló arrobada. Cuando los animalillos cayeron al suelo, despertó del sueño. Introdujo la poción mágica en el horno de microondas, aventó al sofá su negro gato de peluche mientras maldecía el reglamento que prohibía los animales domésticos, se colocó la máscara antigases, y en su flamante aspiradora salió a dar su acostumbrado paseo por la ciudad, en esa hermosa noche de luna llena.


http://www.quetanavagomez.com/acercadm.html

3 comentarios:

J. Andrés H. dijo...

Me gusta esa (re)vuelta a las 3 historias populares. Me encanta el lobo ruborizante y el sapo que vivía para sí, como rey, puta bruja, pinche cultura dominante y su necesidad de encajarnos en sus convenionalismos caducos. Me laten, me encantó esta mujer, sólo el relato del 2080 se me jodió un poco con la luna llena. Esperaba, sin drama, como iba, una noche devastada para nuestro presente y nuestra idea de "natural" pero bella en ese futuro, no una noche de luna llena.

Me recuerda al Dick... ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y luego como que se me desbarató ese ambiente.

Suerte!

Anónimo dijo...

Me encantó estos brevísimos cuentos, que si bien tocan lugares comunes, porque parten de cuentos que forman parte de la herencia cultural del mundo, al menos la occidental, es simplemente fantástico ver la transformación, la posibilidad del cambio que posibilita el buen uso de la creatividad, como en caso lo uso la maestra Navagómez. No cabe duda, que existe el talento en México.

Unknown dijo...

Me encantaron estos brevísimos cuentos, que aun cuando parten de lugares comunes, pues estos cuento nos remiten a Caperucita Roja, el gato con botas y el del príncipe rana, es fantástico lo que logra la maestra Navagómez con mucha creatividad y talento, no cabe duda que en México hay talento, lo que nos falta es mayores apoyos y plataformas como esta. Muchas felicidades.