lunes, 7 de febrero de 2011

Marcos I. Pico



Marcos I. Pico  nace en Apatzingán, Michoacán el 25 de Junio de 1981. A la edad de 6 años su familia se traslada a un poblado circunvecino, Coalcomán de Vázquez Pallares. Después de cursar sus estudios básicos, se muda a la ciudad de Reno en el estado de Nevada, EE.UU. En dicha ciudad ingresa a la Universidad de Reno donde obtiene su licenciatura y maestría en Literatura y Lenguas Extranjeras.
Algunos de sus guiones de cortometraje han sido producidos al igual que han recibido premios en festivales de cine como Zero Film Festival en la ciudad de Los Ángeles y el Three-Minute Film Competition en la ciudad de Reno. El camino de la cama (2009, microcuento) publicado en la revista de literatura de la Universidad de Nevada Brushfire. Abram (2008), cortometraje presentado en festivales de cine.



Ascensor

Mientras leía un comic en el ascensor, sentí un húmedo aliento de un tipo que estaba parado a mis espaldas. De reojo, vi que el alto y estrafalario hombre me observaba con atención. Di un paso adelante para alejarme. Él se acercó a mí y con su horrible boca se apegó a mi oído al punto que supe lo que él había almorzado. Con una voz a sabor a nachos me dijo:
–Mira mijito, ya casi llegamos al piso dónde trabaja tu papi.


El camino

Marcelita Cote ya había sentido los ojos llorosos antes. Esta vez, era por otro hombre, Cosme Manzanares. Los dos se vieron por primera vez en un metro de la Ciudad de México.
Los dos se dirigían en direcciones opuestas, pero sus ojos nunca olvidarían como se observaron por eternos instantes. Ellos no creían en el amor, al contrario, creían que el amor era algo inventado por la literatura para que el mundo siguiera consumiéndola.
Años más tarde, ambos en casa, se preguntarían qué hubiera sido si uno u otro hubiese intercambiado tan sólo una palabra. Sin embargo, seguirían buscando esos ojos en el mismo metro sin encontrar ese amor que seguiría consumiéndolos.


Venta

Varias horas habían pasado desde que la alta mujer de vestimenta negra miraba de lado a lado en la oscura y empedrada calle. A su lado tenía una carreta de manzanas rojas que eran capaces de seducir al que las mirara.
Esperó y esperó y nunca vino quien ella tanto deseaba. Al anochecer, una señorita de gruesos anteojos finalmente se le acercó y le dijo:
―Disculpe usted. ¿Regala o vende estas manzanas?
―Pues depende, ¿por pura casualidad en tu nombre aparece la palabra blanca o nieves?
―No, me llamo Perla Nera.
Entonces las vendo ―un poco molesta replicó.
Muy bien ―escribiendo en un bloc de notas—. Tenga aquí.
―¿Y esto?
―Es su multa por vender fruta en la calle sin el permiso de la ciudad.


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